viernes, 11 de enero de 2013

Concentración y escritura



La concentración implica enfocar todos los esfuerzos en pocos proyectos; cuantos menos, mejor. De ser posible, en un solo proyecto de escritura a la vez. Desde el punto de vista cognitivo, retomar cada día el hilo de lo escrito el día anterior es mucho más fácil si se trata del mismo tema, el mismo proyecto, el mismo producto. En cambio, si tenemos tres o cuatro cosas, ¿cuánto tiempo real podemos dedicarle a cada una? ¿Cuánto tiempo se desperdicia solamente recordando dónde habíamos quedado la última vez?


Idealmente, la escritura debería ser una labor profesional, de al menos cinco días a la semana, ocho horas diarias. Pero admitámoslo: ¿cuántas personas tienen ese privilegio? Más aún, ¿cuántas pueden sostener las labores intelectuales necesarias para la creación literaria durante tantas horas seguidas, por periodos prolongados (superiores a uno o dos meses)? Lo usual es tener una ocupación diurna y dedicar unas pocas horas al día a escribir. Y cuando digo “horas” ya me refiero a quienes han logrado una rutina bien acomodada en su vida cotidiana, de al menos dos horas diarias; tres o cuatro, cuando hay muy voluntad, salud y circunstancias favorables. Esta deseable rutina, con mucha frecuencia, solo puede sostenerse de lunes a viernes, puesto que los fines de semana están llenos de imprevistos y una nutrida vida social o familiar.
Diez horas semanales, dedicadas a la misma novela, podrían lograr un borrador completo en tres meses (un borrador duro, sin corrección). Pero si de las diez horas solo se dedican dos a esa novela, otras dos a un cuentario, otras dos a un poemario y, finalmente, dos más a ideas sueltas… ¿cuánto tiempo tomará alcanzar el borrador de la ansiada novela (o del cuentario, o del poemario)? En lugar de doce semanas, el proceso se alargará un mínimo de sesenta semanas para cada texto, es decir, más de un año completo para la novela; cinco años para el resto.
En cambio, cuando le permitimos a alguno de nuestros textos tener primacía sobre los demás, al menos durante el 80 % del tiempo real de escritura, este paulatinamente se va volviendo más fuerte y se nos va metiendo por todas partes. Se cuela en nuestros pensamientos cotidianos, se nos aparece en sueños, se transforma en visiones en plena vigilia, se comienza a escuchar en los susurros del viento… Cuanto más se sostenga el esfuerzo de concentración, más posibilidades tenemos de cruzar un punto de no retorno a partir del cual la escritura ya es inevitable. Se transforma en una compulsión que obliga a seguir y seguir, a descargarlo todo sobre la página en blanco, a no soltar ni por un momento el hilo de la historia, ensayo, cuento, tesis… No importa el producto: el proceso creativo es similar y los beneficios de la concentración son válidos casi para toda forma de escritura.
Esta recomendación no es una fórmula ni una obligación. No faltará quien tenga éxito en manejar varios proyectos simultáneamente, al menos durante ciertas etapas iniciales. Pero hay quienes hemos visto los resultados de abandonarlo todo y dedicarnos por entero a un único texto, sobre todo cuando se alcanza la fase final de escritura del borrador definitivo. Ya vendrán las revisiones, las evaluaciones, la edición, la publicación, la reedición… Pero la magia de pensar en una sola historia, idea, hilo rinde frutos visibles y tangibles en la forma de manuscritos terminados y listos para comenzar su camino hacia el público.

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